Si todos los caminos llevan a Roma, ¿cómo se sale de Roma? A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco. Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella; aunque de cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás. Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí, y mañana, mañana no lo sé. Así que quería decirte que si quieres algo, si quieres algo de verdad, ve por ello sin mirar atrás, mirando al miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella. Así que no sé que será de mi mañana, pero sé que este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo. Que los amigos son la familia que elegimos, y yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser el dueño de las arrugas que tendré cuando sea vieja, y apuesto fuerte por todos estos años a tu lado, por las noches en vela, las risas, las caricias y los secretos que guardamos. Tus abrazos, así porque sí, sin venir a cuento ni tener por qué celebrar algo.
Y es que en este tiempo me he dado cuenta de que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Que tú has hecho infinito mi límite. Así que te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo. Por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, por ese brillo en los ojos capaz de hacerme sentir como nadie lo ha conseguido nunca. No sé donde estaremos dentro de diez años, ni sé cómo se sale de Roma. No te puedo asegurar nada. Pero te prometo que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida. Porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primero el resto de mi vida. Y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.
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